Que tengas muchos juicios y los ganes todos.

El informe pericial versus el informe clínico.

Es una maldición gitana: “Que tengas muchos juicios y los ganes todos”. Viene a significar que, entrar en las salas de justicia es tentar a la suerte.

Mi opinión, es que un psicólogo sin formación ni experiencia clínica, no está cualificado para hacer una evaluación forense. De igual manera, pienso que un clínico sin experiencia ni formación en psicología forense, no debería entrar en la elaboración de un informe pericial. Es muy típico que el paciente le pida a su terapeuta un informe y luego lo presente en un juzgado. Y lo escribimos sin pensar en las consecuencias.

Vamos a repasar, con un poquito de humor negro, algunas diferencias claves entre la práctica clínica y la forense.

1- No te creas todo lo que veas.

En la consulta clínica asumimos desde el principio la buena fe del paciente, no tenemos que estar alerta ante la posibilidad de un testimonio deliberadamente falso. Pongamos un ejemplo: si en un contexto clínico, el paciente confiesa que abusa del alcohol, una revelación tan clara, puede ser parte del proceso terapéutico. Esta misma confesión dentro del contexto forense debe ser siempre tomada con mucha precaución y contrastada con los hechos objetivos y testimonios complementarios, porque puede ser un eximiente en un proceso penal.

Un psiquiatra de Madrid, declaraba en su informe, que su paciente sufría estrés postraumático debido a un incendio sufrido en su domicilio. Poco después, la policía científica demostraba, de manera irrefutable, que el incendio lo había provocado el supuesto paciente para cobrar el seguro. Las dolorosas secuelas psicológicas que manifestaba el paciente eran completamente fingidas. Ingenuamente, el psiquiatra se había dejado llevar por la empatía y había sido engañado con total falta de escrúpulos, sufriendo su reputación un daño irreparable. Lo cual nos lleva directos al segundo punto.

2- Cuidado con la empatía.

El perito forense no puede permitirse empatizar en exceso con su cliente porque puede dejarse llevar por sus sentimientos, perdiendo de vista el objetivo. Es especialmente difícil mantener esta distancia en los casos de abuso sexual, acoso y malos tratos, pero se debe evitar el dejarse arrastrar por el malestar de la víctima para no invadir los derechos del presunto agresor. En este sentido, hay que ser muy cuidadoso con el lenguaje empleado en el informe y con los hechos que la víctima afirma que son ciertos y que nosotros, como evaluadores, podemos pensar que lo son, pero no valen nada sin pruebas objetivas.

3- ¡Es la guerra!

No en vano, un juicio se denomina también “un litigio”, una lucha. En un informe pericial hay que tener presente que están “los otros”. Nuestro criterio estará constantemente en entredicho y por ello, cada afirmación que hagamos tiene que estar sólidamente fundamentada y tenemos que saber defenderla. No es la primera vez que se nos falta el respeto en un juicio, aunque también es cierto, que nuestro punto de vista cada vez tiene más peso dentro de las sentencias judiciales.

Una gran responsabilidad recae en nuestras manos y a veces hay que tomar decisiones comprometidas que pueden tener consecuencias muy serias en la vida de varias personas y eso debemos hacerlo con la cabeza bien fría.

4- ¿Confidencialidad? ¿Qué es eso?

Trabajaba una vez en un caso tan emarañado, que había por medio cuatro peritos, y traía a los empleados del juzgado, -de la secretaria judicial para abajo-, muy divertidos. En el juzgado ya me conocían por cederme de vez en cuando un rinconcito donde leer las causas, una esquina tenebrosa donde me jugaba la vida poniendo mi cabeza debajo de un montón de papelotes en equilibrio inestable. Total, fue entrar por la puerta y reunirse todos los presentes en una mesa a leer mi informe. Me quedé horrorizada, pero supe mantener el tipo e hice bien, porque acertaron de pleno con lo que serían las preguntas de la vista oral.

Lo primero que le explicas al cliente, nada más sentarse, es que todo lo que diga, puede ser utilizado en su contra. No podemos ampararnos en el secreto profesional porque este es prerrogativa de los curas y los abogados y no somos ni lo uno, ni lo otro, mal que nos pese. En la práctica forense utilizamos un doble criterio: generalmente guardamos las intimidades que no tengan que ver con el tema del litigio, pero, aunque perjudique al cliente, debemos exponer las verdades que le son contrarias y vienen al caso. El perito que fue nombrado por el juzgado, está obligado a presentar sus conclusiones, pero ningún abogado presenta un informe desfavorable si puede evitarlo, de modo que si la pericial es de parte (es decir, contratada por el cliente directamente) es mejor hablar con el cliente y no seguir con el informe. Por esta razón, el psicólogo de parte siempre verá en entredicho su labor, aunque sea injusto, porque rara vez declararemos en contra de quien nos paga.

Para poner un ejemplo más claro: un hombre pide la custodia compartida. En la evaluación descubrimos que esta persona fue infiel a su pareja pero su ex-mujer nunca lo supo. Esta es una parte de la vida privada del cliente que no influye en absoluto en su capacidad parental y que sería más prudente pasar de puntillas. Otra cosa es que descubriéramos que esta persona tiene problemas con su pareja actual, con la que convive; este hecho no lo podemos ocultar, ni esconder, porque atañe muy directamente al cuidado de los niños.

Teniendo en cuenta estas cuatro premisas, me permitiré dar un consejo a mis compañeros de la práctica clínica: el suelo que pisamos es resbaladizo y antes de firmar un informe que puede acabar en el juzgado, plantéate si no sería mejor derivar el caso hacia un compañero que esté especializado en jurídica.

Por último, destacar que cualquier psicólogo puede ser citado como “testigo experto” y lo quiera o no, está obligado a declarar en el juicio. El testimonio del terapeuta sobre su paciente puede ser básico para esclarecer los hechos, es nuestra responsabilidad y así hay que tomarlo, pero en ocasiones, no es más que una forma de evitar la evaluación forense, ahorrarse la minuta y esconder ciertas irregularidades. Recuerdo un compañero, harto ya de ser citado y no cobrar, dijo al juez que “no se acordaba del caso”, a lo cual, se ganó a una queja en el Colegio de Psicólogos, por mala praxis profesional..

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