Desde que se instauró el divorcio en España, en 1981, lo habitual era otorgar la “guardia y custodia” de los niños a sus madres, con días de visita específicos para el padre. Es decir, casi automáticamente, la madre se quedaba con el domicilio familiar hasta la mayoría de edad de los hijos y era quien vivía con ellos y tomaba las decisiones cotidianas: qué colegio ir, que actividades extra-escolares, etc. A cambio, recibía del padre una cantidad equitativa para hacerse cargo de los gastos familiares. En aquel momento, la medida tenía todo el sentido del mundo, en primer lugar porque pocos padres se hacían cargo de la educación de sus hijos, siendo el papel tradicional de la mujer madre y esposa, se entendía que era ella quien mejor estaba capacitada para esta labor. Así mismo, ya que el trabajo de la mujer fuera de casa no estaba tan extendido como en la actualidad, la medida trataba de proteger a los más débiles y era justa y lógica.

Actualmente, el acceso de la mujer al trabajo, que le permite en muchos casos tener un sueldo propio, y la mayor implicación de los padres en el cuidado de los niños, incluso muy pequeños, ha propiciado un cambio de mentalidad en la sociedad que ha desembocado en la opción de la guardia y custodia compartida.

Desde el punto de vista psicológico, es evidente que los niños necesitan a sus padres. No tiene mucho sentido que un hombre acabe teniendo más contacto con los hijos de su nueva pareja (con los que convive) que con los suyos propios. Ahora bien, en la práctica, se entremezclan la educación de los hijos con las disputas económicas ya que:

  • La pensión alimenticia deja de tener sentido.
  • El domicilio familiar deja de ser adjudicado automáticamente a la madre, siendo su destino incierto, especialmente en esta época de crisis que la venta de viviendas ha caído en picado.

Para que la convivencia sea totalmente equitativa, una de dos, o los niños tienen que ir de una casa a otra cada cierto tiempo (“niños maleta”), o los padres deben cambiar de residencia. Es decir, no son pocas las sentencias, sobre todo cuando la casa tiene un valor importante que son los padres quienes tienen que rotar (casa nido)

Evidentemente, estos desplazamientos continuos son perturbadores para los niños y por ello no se aconseja para niños muy pequeños y nunca si los domicilios no son cercanos.

La custodia compartida, desencadena batallas feroces entre los padres, cargadas de emoción, largas, dolorosas y muy caras, cuyas consecuencias pagan los más pequeños.

Y es que para que una guardia y custodia compartida sea de verdad beneficiosa para todos los implicados y funcione adecuadamente, tiene que darse una circunstancia que casi nunca se cumple: hay que llevarse medianamente bien con la ex-pareja y ser capaces de comunicarse. Si no estás dispuesto a hablarle a tu ex, mejor no la pidas.

Es muy frecuente ver como hombres que nunca se habían considerado capacitados a cuidar a sus hijos en solitario, solicitan la custodia compartida cuando establecen una mueva pareja y la relación es seria, lo cual dice bien poco en favor de su capacidad parental. Así mismo es lamentable ver como se utiliza este pretexto simplemente, para recuperar la casa o no pagar pensión, o peor aún para seguir manteniendo el poder ejercido sobre la mujer en los casos de violencia de género.

Por otro lado, las mujeres suelen tomar la petición de guardia y custodia compartida como un ataque a su labor como madres, como si alguien les estuviera diciendo que no lo hacen bien y sienten terror de que los niños, con sus padres estén mal atendidos, se les agreda física o psicológicamene ( a veces justificadamente)

Obviamente, también hay quien no está dispuessta a perder los privilegios económicos y poder de decisión que han venido disfrutando hasta ahora y para conservarlos, son capaces de todo para conseguirlo.

Se mire por donde se mire, para los niños es mucho más importante que sus padres sean capaces de hablar entre ellos racionalmente, que el lugar físico que vayan a habitar.

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